Dejó acá el primer texto que he presentado en el seminario del que ya les conté.
El primer comentario que me hicieron estuvo bien mala lechoso. Empieza diciendo el vato que "quizás no es mi papel decir esto, pero no entiendo por qué estamos discutiendo este texto en un seminario de literatura" jajaja. Luego: que estaba cursi, que no se entendía, que no le parecía chida mi postura de una feminista que se burla de otras mujeres (?), que las cursivas qué pedo, etc., etc.
Sin embargo, los comentarios de El Maestro fueron bastante buenos. Dijo que él quitaría la parte editorial porque era políticamente correcta y no aportaba mucho al debate (o sea los tres primeros párrafos), que la parte periodística estaba 'en su punto', y que lo más potente era la onda de la 'crónica gonzo' pero que me faltaba enfatizarla. Luego se tiró un rollo muy interesante de por qué a estas alturas ya es ridículo decir que un texto no tiene valor literario sólo porque no puedes decir a qué género pertenece, es más, que eso del género ya ni se usa. Punto para la dama, creo.
Cuando salimos, rumbo a las chelas de cada miércoles post seminario, El Maestro caminó conmigo y me dijo que 'me gustó mucho tu texto. O sea no todo, hubo cosas que no me gustaron, pero en general está bien'.
Y pues quiero decirles que eso es lo mejor que alguien puede decirte, porque he descubierto que en estas ondas de los talleres de escritura NO SE USA, es más, está prohibido eso de decirle a alguien que 'qué chingón tu texto', o 'me gustó mucho'. No amigues, acá el chiste es tirar trancazos. Son muy rudos estos escritores, y contrasta muchísimo con mis talleres académicos buenaondita y chairos sobre el espíritu de construir en colectivo. No sé, raro. Luego escribo más de esto.
También luego escribo de que no puedo creer la forma en que convertí estos meses de recuperación en Saltillo, en una cosa desordenadísima, una montaña rusa de emociones, un caos del que ya quiero escapar. Tengo el super talento de hacer tormentas en vasos de agua.
Mientras, dejo 'el texto sin género reconocible' acá. Es una primera versión, lo tengo que seguir trabajando con los comentarios que me hicieron, pero la neta tengo un chorrísimo de trabajo y no sé si se va a poder. En fin.
(Ah, y sí, otro tipo me criticó que puse que todo empezó con las muertas de Juárez, que le asombraba que 'una feminista no sepa que esto ha estado presente siempre en la cultura mexicana'. Y sí, sí sabía. Pero quise empezar con Ciudad Juárez siguiendo la propuesta de Rita Laura Segato sobre los cuerpos de las mujeres, la pedagogía de la crueldad y las nuevas formas de la guerra en México. Le hubiera contestado eso al tipo, pero está prohibido que respondas cuando te están comentando. Es más: está prohibido que te hablen, todomundo tiene que hablar onda 'me sorprende que la autora haya tomado la decisión de hacer catarsis al final' jajaja.)
***
24A
El
horror que se escribe en este país sobre los cuerpos de las mujeres no es
nuevo: empezó hace un par de décadas con las muertas de Juárez y, desde
entonces, no ha hecho sino cambiar de sedes, formas y discursos. Sin embargo la
constante pues, es eso, una constante: mujeres violadas, asesinadas,
desaparecidas, desmembradas, cercenadas, perdidas. Cuerpos desechables, notas
rojas, interminables discusiones políticas. La consecuencia de todo, parecía
hasta hace pocas semanas, era la naturalización de esa violencia: aceptar como
destino inevitable que México es una patria que siempre trae un ojo morado.
La
pregunta, entonces, es por qué tardamos tanto en movilizarnos en torno a este
tema. Quizás no es La pregunta, pero al menos es una cosa que no he dejado de
pensar desde que salió la convocatoria para la marcha del 24 de abril, y mis
amigas feministas en Facebook y en todos lados alzaron la voz para celebrarlo:
¡ya era hora! Claro, ya era hora, ya hasta se nos estaba haciendo tarde, pero
¿por qué tardamos tantísimo? Yo he salido a marchar por el desafuero del peje,
porque nos robaron la presidencia, por el movimiento 132, para pedir la
democratización de los medios de comunicación en México y, obviamente, por los
43 estudiantes desaparecidos en el 2014.
En todas esas coyunturas marché en contingentes feministas. Ahí
estuvimos, vestidas de violeta y gritando consignas no sexistas. Acompañamos,
lloramos, exigimos. Y luego, irónicamente, parece que repetimos el estereotipo
de las madres abnegadas que abrazan todas las causas, menos la de no ser la
única que limpie la mierda que el resto de la familia deja en el baño. Nos
hemos indignado con las miles de razones para la rabia que en este país caen
como maná: diaria, gratuita e imperceptiblemente, pero no habíamos sido capaces
de poner nuestras vidas y a nuestras muertas en el lugar protagónico de la
política.
Y
entonces, más tarde que temprano, surgió la convocatoria: hagamos la primavera
violeta, salgamos a marchar contra las violencias machistas- así, en plural, como
buenas hijas de los tiempos - mirémonos a los ojos y recordemos que no estamos
solas, que esta lucha se pelea en colectivo, o las posibilidades de ganarla de
plano desaparecen.
A
mí el 24A me agarró en Saltillo, ni modo. Con el miedo de que no hubiera quórum
suficiente, llegué al solazo norteño de las 5:00 pm en la Alameda, lista para
al menos tomarle el pulso a esta ciudad que no termino de reconocer.
Sorprendentemente, estaban poco más de 70 personas, en su mayoría mujeres,
esperando que saliera el contingente. Todas ellas venían a la marcha con la
actitud de ir a presentar una tabla gimnástica en la secundaria. No lo digo de
forma peyorativa, lo digo porque se notaba un chingo de trabajo previo al
aparecerse en la alameda a las 5:00pm: un grupo venía uniformado con camisetas
negras y paliacates morados, todos del mismo tono; otro grupo venía de color morado/violeta,
todas cargando carteles con las mismas consignas y tipografía; había un par de
niñas con muñecas con listoncitos violetas y consignas en miniatura, una señora
repartía pulseras del mismo color. Yo llegué con el habitus chilango de estar 20
minutos después de lo citado y, 15 minutos antes de lo citado (o sea 35 antes
de mi hora calculada), las amigas con las que iba a marchar ya me estaban
llamando al celular para preguntarme que dónde estaba. Ésa era la atmósfera de
los 15 minutos antes: 70 mujeres (y unos cuantos hombres), todas preparadas para marchar: tenis, botellas
con agua, cantimploras, cachuchas, lentes de sol, pancartas traídas de casa, o
sea, no hechas ahí al trancazo con un lápiz labial, uniformes.
En
este extremo tono de organización, orden y cordialidad, protección civil
apareció a tiempo, y educadamente le dijo a la organizadora que tenían órdenes
de no dejar que cerraran la calle de victoria, por el tráfico. La organizadora dijo que entonces marcharíamos por
Aldama. La agente de protección civil dijo que OK, que siguieran a la patrulla.
La organizadora dijo que muchas gracias. La de protección civil se fue manejando
la patrulla, acompañando las consignas con el claxon de tanto en tanto.
Finalmente
salió el contingente, con el Colectivo Revolución Púrpura a la cabeza. Otra vez
el orden presente: repartieron hojitas con las consignas impresas, y las íbamos
gritando por orden numérico: primero la primera, después la segunda, y así
sucesivamente. Las consignas eran las mismas de siempre: no me da la gana ser
asesinada por quien dice que me ama; señor, señora, no sea indiferente, se mata
a las mujeres en la cara de la gente; lucha, lucha, lucha, no dejes de luchar,
por una patria justa, feminista y popular. Y tiemblen, y tiemblen, y tiemblen
los machistas, que América Latina será toda feminista.
No
había ni un megáfono, ni un tambor, ni sonido, ni nada. Sólo las voces de
quienes marchaban y se animaban a gritar consignas. No todo mundo gritaba,
otras asistentes sólo se reían y alzaban sus cartelones para protegerse del
solazo norteño y también, quién sabe, de las miradas de los transeúntes.
El
grupo de adelante iba caminando demasiado rápido, así que la marcha duró más
bien poquito: el tráfico no se interrumpió por más de 30 minutos. En la calle
de Aldama la gente se paraba y salía de las boutiques y zapaterías como si se
tratara de un desfile; se detenían en las banquetas, nos veían, sonreían
burlonamente (algunos), solidariamente (muy pocos), sin expresión reconocible
(la mayoría). Y bueno, tampoco había tantísima gente en las calles: eran las
5:30 y quizás ya mencioné muchas veces el factor solazo norteño.
Una
periodista nos tomó fotos, mi amiga V. se rió y dijo ‘ahora sí mi mamá no se va
a acabar la carrilla’, el resto del grupo soltó una carcajada. “A ver qué me
dice mi novio cuando me vea en el periódico”, dijo otra también entre risas.
Llegamos
a la plaza de la Nueva Tlaxcala, tampoco nos dieron permiso de ir a la de
armas. Nadie sabía qué hacer: el contingente sonreía, alzaba otra vez las
pancartas, ¡había durado tan poco! ¿y
ahora qué hacemos?, me preguntó el tipo de al lado. No sé, le dije, esperemos a
que las organizadoras den instrucciones. Pero ellas no daban instrucciones,
y no tenían sonido, ni megáfono, ni pódium, ni nada. A alguien se le ocurrió
que hiciéramos un círculo, lo hicimos. Seguimos gritando consignas otros 10
minutos, en orden. El sol, el calor, los ánimos que iban serenándose. La gente
se empezó a dispersar: comprar aguas en el oxxo o sentarse en una sombrita en
la acera de enfrente. Finalmente las organizadoras pusieron dos pliegos de
papel estraza y marcadores en una pared y en el piso: que si queríamos podíamos
pasar a escribir historias de MiPrimerAcoso, tema que había estado en las redes
sociales de México desde el día anterior. Que no nos fúeramos, pronto llegaría
el sonido y un espectáculo de belly dance.
El
contingente feminista empezó a hacerse más difuso, familias se acercaban cuando
finalmente llegó el sonido y puso una canción de rap, marchistas empezaron a
irse, todo fue cambiando de colores. Ya no predominaba el violeta. Una vez
terminado el espectáculo, cuando finalmente se leyó el comunicado, la mayoría
de la gente ya no entendía muy bien qué tenía que ver una cosa con la otra.
Nosotros
nos fuimos asoleados a buscar algo de tomar, sólo para llegar a un
establecimiento después de las 8:00 pm, y que nos dijeran que ya se había
terminado la venta de alcohol. Es
domingo, y a esta hora ya no nos dejan, disculpen, estamos en Saltillo –
nos dijo la irreverente mesera. Ni siquiera pudimos llevar a cabo el sagrado
ritual de contarnos la marcha frente a un tarro de cerveza.
Todo
fue así: novato, chiquito, esforzado, sin la espontaneidad del hábito, sin la
práctica de externar la rabia o la alegría. Gente que iba con mucha expectativa
y mucha decisión, y que se fueron contentas con la aventura de haber hecho
algo, y de salir en el periódico ‘haciendo desmadre’, aunque el mayor desmadre,
creo, fue no haber marchado por la banqueta.
Y,
sin embargo, a mí es la marcha que más honestamente me ha hablado de
despertares.
Entonces
acá tengo que correr la cortina y hacer un flashback al lunes antes de la
marcha, en casa de V., en donde nos reunimos tres chicas, V., y yo, a hablar
sobre feminismo, decidir si íbamos a marchar juntas, y si nos íbamos a
presentar como colectivo. Colectiva,
les dije yo, porque ése es el léxico del movimiento feminista. Colectivo, corrigieron ellas, todavía no somos tan radicales.
Ese
lunes todas, sin excepción, me dijeron como disculpándose que ‘estaban en
pañales’. Una de ellas me dijo: ‘yo sí concuerdo con esto que estamos
discutiendo, pero creo que me falta mucho para llegar a decirme feminista’. Las
demás dijeron sentirse igual. Luego hablamos de procesos, y de cómo ser
feminista es tan fácil como empezar por apropiarse ni más ni menos que del
propio cuerpo: que nadie lo toque sin nuestro consentimiento, que nadie lo
violente, que nadie lo consuma, que nadie lo juzgue, que nadie lo humille, que
nadie le dicte la agenda ni le cuente las calorías.
Yo,
feminista, abortista, solterona, sin hijos, que hace 8 años salí corriendo de
la conservadora sociedad saltillense para volverme invisible en el D.F., el
domingo marché junto a ellas, el naciente colectivo, y al verlas sonriendo para
el periódico Vanguardia, y gritando por la calle de Aldama que la alerta feminista camina por Saltillo, no pude sino sentirme
llena de admiración. Qué jodidamente valientes estas chicas que un día antes
fueron a Suburbia a comprar camisetas del mismo color: violeta.
1 comentario:
La primavera pasó.
Debió -y ha llegado- llegar el verano. Cuando uno no es de una tierra, es de muchas, qué rara nuestra habla. Una sola lengua en el mundo, tentará tantos acentos. Un sentimiento en el corazón -¿el amor?-...
¿Dónde estoy? Desde que te vi, ¿no en tus ojos?, ¿ si en tus ojos?
G a la N potencia, y el mundo todo hermoso. Hermoso como la primera vez que te vi, pero fuiste tú quien me vio a mí.
Ah, a ésa santa abortiva que sólo quiere amor e hijos, sólo yo la conozco. Ella es mía sólo mía. Mía de mi propiedad, y PRI-VA-DA.
Porque aquí está tu hombre perra, aquí tu macho... Tus demás colombianitos: juguetes.
¿Quieres jugar a resistirte resistente resistencia?
Mira, me importa un pito que no tengas nalgas, y me importa una verga que no sepas ni decir groserías, tanto como que comer un pito no sabes. Te enseño... el pito. Pa' qué mames, RE-EVOLUCION.
G a la N potencia, y el mundo será hermoso.
Hermoso como una carta de amor antihermosa. No vaya a decir a pensar a creer que son putadas no reflexionadas.
¿Quién te ama con inteligencia? ¿El pendejo que alejarte quiso de nos y de nas?
Reflexiona.
¡Jódete!
NECESITO ALGUIEN QUE AME DE VERDAD.
Nada tenías que hacer en filosofía, nada.
¿Qué buscabas en filosofía? A la netita, una cátedrita. --Perdiendo su valioso tiempo la muchacha--.
¿Pero qué te da a ti la filosofía? Un sabio.
(Ah, es que Minerva, ah, pitonisa.)
G a la N potencia, y EU, ¡a la verga!
Ghir Enta,
Ghir Enta,
Ghir Enta,
Témeme, hoy, más que ayer, y mañana más que hoy, sigue teniendo miedo de mí, porque estarás con alguien temible, temido -¡Nunca temeroso!-.
G a la N potencia, y Natalita otra vez a sus ideales con todos sus webitos.
Ghir Enta,
Ghir Enta,
Ghir Enta.
Por cierto, ¿por qué eliminé a la más bonita de mi fb?
Deje que los chismosos sean chismosos. Usted, a su Materia.
¿No loviu?, ¿Si loviu?, Bástame mi propio permiso.
https://www.youtube.com/watch?v=sYStxC90iqE
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