jueves, 7 de enero de 2016

2015

Vuelvo a escribir. Dicen que la vida no es otra cosa que la pura narraciòn, y a mí la neta los formatos narrativos contemporáneos (twitter, instagram, etc.) no me favorecen mucho. 


El punto es: me siento tonta si no escribo. Aunque lo que escriba sean mayormente tonterías, tengo más o menos 15 años usando la escritura autobiográfica como la forma más probada de encontrarle sentido a lo que pasa.  Así que eso, el 2016 voy a escribir un montón (avisados están) aunque todavía no sé muy bien si en este blog o en otro espacio, ya se verá.

Por fin se termina hoy el 2015, uno de los años más difíciles que recuerdo haber vivido. Lo interesante o novedoso fue que esas dificultades fueron (hell yeah!) mayormente externas. O sea palpables, que pasaban ahí, en el mundo tan desordenado y tan incomprensible que sucede fuera de mí. Me voy a poner una estrellita gigante en la frente porque este año las dificultades no vinieron de mis abismos, sino de los baches del jodido mundo real real.  Es decir: me pasaron un montón de cosas. Esa expresión me gusta mucho porque es tan literal: un chorro de cosas pasando por ti, por lo que tú eres, por tu cuerpo y tus emociones. Gente pasando por ti. Ideas pasando por ti. Accidentes, eventualidades, horas, domingos: todo eso pasando a través tuyo. Lo que siempre digo: somos puro cauce amigues, you better understand that. 

Quizás lo más jodido  de todo fue mi enfermo ambiente laboral. Tantos años huyéndole a las oficinas para después terminar aceptando chamba en la oficina más oficina de todas. Una apestosa jerarquía y una cultura organizacional que olía a viejo, a podrido, al México del PRI de los setentas. Una jefa que se portaba como la reina de corazones, arbitraria, irracional, como una niña de 14 años peleándose con la subalterna que osó no rendirle pleitesía. Pequeño detalle morra: no éramos las protagonistas de Mean Girls compitiendo por ser populares, éramos jefa -. trabajadora y tú no dudaste en usar esa posición para chingarme. Otra novedad del 2015: yo, tan siempre - en - mi - pedo, tan no me gusta enojarme con la  gente, tan todos mis exnovios me recuerdan con cariño y se han tomado cafés conmigo en su calidad de exes, tan mis amigas de la primaria siguen siendo mis amigas, etc., etc., supe, por primer vez en toda mi existencia, lo que se siente tener enemigas: se siente horrible y no se lo deseo a nadie. 

Evidentemente, puedo vivir con la idea de no ser una mujer simpática que conquista corazones, eso me parece bien. Pero de ahí a que haya gente destinando tiempo, energía, esfuerzos, etc., para hacerte daño, para verte pasarla mal y encontrar alguna especie de placer en eso es como... oigan, humanas, ¿por qué hacen esas cosas? Supongo que es el poder amigues, el poder que vuelve locas a la mayoría de las personas, o por lo menos a todas las que no hacen un esfuerzo consciente por relacionarse con éste de maneras distintas (construirlo, pensarlo y ejercerlo en formas no opresivas, ¿será eso posible?).

Y luego acá pues eran podercitos pedorros, ni siquiera los intereses de la nación en juego. El podercito pedorro de 'soy la amiga de la DIRECTORA (que en esta institución decimonónica las directoras son como emperatrices que no tienen que rendir cuentas a nada ni nadie), N. no le cae bien a la DIRECTORA, ergo: mi deber es chingar a N. y llevarle eso a la DIRECTORA para que vea que estamos de su lado. De su lado, señora DIRECTORA. amabilísima DOCTORA, dueña de la comprensión absoluta de las teorías de género: usted tiene razón: N. es una pinche soberbia, N. cree que sabe más que nosotras, N. dice que es 'académica' y a nosotras nos cagan todas las académicas que no sean usted, señora Directora, única académica legítima. Así que ¿por qué no la chingamos a N? ¿qué le parece si la castigamos y en la conferencia de Judith Butler no la invitamos a la comida? más aún, ¿qué le parece si no sólo no la invitamos a pesar de que es la segunda al mando, sino que además la  ponemos de edecán para que aprenda algo de humildad? (jajajaja, si me invitan unas chelas les cuento la historia ridícula de que neta sí me pusieron de edecán como castigo. Oh dios, ya quiero que llegue el momento en el que pueda carcajearme de todo esto), ¿qué le parece si despedimos a su asistente para que ella tenga que hacer toda la chamba administrativa de su área? MUAJAJAJA ¡seguro que no va a poder con tanta presión! ¿qué opina si bla, bla bla?. Y ella, excelentísima doctora que no superó sus complejos de la adolescencia, a todo daba su visto bueno y protección. Entonces ellas, como veían que resistía, fueron a llamar a otro elefante, o sea: empezaron a usar métodos cada vez más sucios y más violentos: mentiras (mentiras no del tipo malentendidos, sino del tipo N. me gritó pendeja en el foro sobre violencia de género, jajajajaja, o sea mentiras tontas e increíbles porque no mamen, ¿por qué razón yo le gritaría pendeja a nadie (aunque lo piense) en público? O como infiltrar a una morra en mi fb y pedirme cuentas de mis publicaciones. O como inventar mentiras del tipo que ya expliqué e ir a contárselas a gente muy importante para mí (mi mentora, mi ex jefa, mi directora de tesis - o sea son tres personas diferentes -.... que afortunadamente fueron, ellas sí, generosísimas, y no sólo no entraron al juego, sino que me llamaron o buscaron para expresarme su apoyo y sus consejos de 'vete de ahí antes de que te hagan otra cosa peor').

Nunca entendí por qué tanto encono. Lo más fácil fue ponerme en el papel de la víctima absoluta (¿por qué a míííííí? snif snif), pero eso se me hizo aburrido al primer mes (aunque es cómodo, eso sí), hasta que en terapia V. me dijo "a ver N., no eres una niña de 9 años a la que le están haciendo bullying, eres una adulta viviendo acoso laboral". Y para mí casi siempre las palabras clave son "eres una adulta" (bingo!). Porque lo que sigue de eso es: hazte cargo: ¿qué puedes hacer (que es lo mismo que decir: ¿de qué de todo esto eres responsable?), qué quieres hacer, cómo, cuál es el plan etc., etc.? (fíjense, la vida tan chistosa: todos esos años de controlar la depresión me han dejado herramientas muy útiles para vivir.). 

Era obvio que quería irme de ahí, pero no bajo sus términos, no dándoles el gusto de 'me tronaron y me voy porque no soporto más'. Quería irme renunciando cuando yo quisiera, como a mí me conviniera, negociando los términos de la partida. Así que me fui en diciembre, con mi aguinaldo completo, en medio de la narrativa 'me voy porque estoy enamoradísima y me espera una vida nueva en Sudáfrica, he aprendido tanto en este lugar, les debo tanto a todas, me da tanta pena irme pero la vida es movimiento'. Me llevaron flores. Todo mundo se creyó la historia, todo mundo me deseó suerte, hice el numerito de preparar un informe final con cifras e indicadores positivos de mi gestión (cosa no muy difícil si trabajas con gente que no tiene idea de lo que es un indicador), y de ir a la posada y brindar con todomundo (menos con ellas, ni con la señora Directora, que estaba algo emputada porque, obvio, entendía todo el numerito, así que los últimos días se dedicó a ignorarme nivel: te volteo la cara en el pasillo y ordeno que borren tu cuenta de correo antes de lo acordado para que no tengas tiempo de sacar ni una evidencia de nada de nada de nada). 

La cosa es que el humanismo sería imposible si en estos escenarios (o sea en todos los escenarios de violencia) no se mostrara también lo bonito que son algunas humanas. Y si yo resistí fue porque tuve cosas que jamás en la vida voy a poder pagar: solidaridad, alianzas, complicidades, gente generosa que prestaba el oído para la escucha en circunstancias variables. Hubo cosas muy chingonas para una morra fascinada por las historias y los matices. Por ejemplo: que unos días antes de irme apareció una cajita de regalo en mi escritorio que decía 'Gracias' y que me dejó la secretaria de la H,Directora. La fui a buscar para preguntarle que por qué, y me sorprendió que me dijo que 'gracias porque eres la única persona que en este lugar me ha tratado como a una persona'. Luego me pidió perdón por haberse prestado a cosas, pero que yo entendería que en su posición era difícil haber hecho otra cosa. Me quedé muy pasmada, porque el hecho de que me dijera eso fue una cosa muy bonita, muy sanadora, hasta valiente. Por ejemplo: que mi equipo me dijo cosas lindísimas antes de irme, me dieron regalitos, lloraron con el último abrazo (creo que estos dos años fueron traumáticos para todas: imagínense el estrés de ver que a tu jefa la están chingando todo el tiempo y que el equipo está parado por eso). Está feo, pero todas vamos a estar mejor ahora. 

Y si hablo de lealtades inmerecidas y sanadoras: mis alumnas. Mis clases se convirtieron en el espacio en el que iba elaborando las cosas que traía en la cabeza (mucha ayuda dar una clase sobre género y poder, justamente), en las que neta llegaba a pensar con ellas, a preguntarles cosas para entender yo también. No es casualidad, para nada, que este año haya construido las relaciones más bonitas alumnas - maestra que he tenido desde que empecé a dar clases (hace como 5 años). 

Descubrí que tengo muy buen humor. Digo, ya lo sospechaba, pero esta vez estuvo muy intensa la constatación de que, con todo y todo, yo no dejaba de burlarme de toda la situación (que la neta sí era bien risible), de levantarme a ver qué pasaba y darle chanza a la imaginación de que todo el escenario se transformara en un juego de mesa.

Lo malo es que ahora que todo acabó y que estoy en casa de mis papás sin idea de lo que voy a hacer durante el 2016, ps los moretones empiezan a aparecerse. Me veo el cuerpo y digo que mierda, que ooooootra vez me va a tocar iniciar un año hablando de reconstrucciones. Tengo muchas cosas qué sanar, porque aunque aquí lo cuente como una historia con final feliz, la verdad es que no fue una historia feliz. Ni siquiera tengo ganas de buscar otro trabajo porque pienso que si no me va bien va a ser darle la razón a estas moras. Ni siquiera tengo ganas de escribir. Estoy en lo que E. diría 'modo zombie': no siento nada, el cuerpo y las emociones están dormidas, no les sale llorar, no les sale emocionarse, no les sale pensar más allá del día de mañana (que mi mamá me pidió que fuera al banco, que en la tarde voy a jugar con mi sobrino, que quiero escribirle un mail a fulanita).

Sólo quisiera decirle a todomundo que esté pasando por una situación de acoso laboral que sí,que es horrible. Y dos cosas: la primera, que hay que buscar ayuda profesional porque está súper cabrón aguantar si no tienes un espacio mínimo para sanar.Y la segunda, que se acuerden de que son adultas, porque creo que lo jodido del mobbing es justamente que trata de infantilizar a la agredida.Y no, no eres una niña a la que le quitan el sandwich en el recreo, eres una adulta capaz de pensar en estrategias, de evaluar tus recursos, de tomar decisiones, de ir con todo el peso de la adultez a la oficina cada día,  con todos los rasguños y los madrazos acumulados hasta ahora, pero también con todos los besos y las decisiones. No somos eso, no somos indefensas, y no somos víctimas, y no somos mártires. Somos adultas atravesando por una situación muy jodida porque hay gente que no se hace responsable de sus carencias, y entonces va y se las avienta a la primera persona que les provoque ese impulso.

Otra cosa que quería decir para terminar este post tan chafa, es que los últimos meses pasé mucho tiempo pensando en Martha Nussbaum. Hay una frase hermosa que aquí copio y pego, y que el último día de oficina me hizo pensar de regreso a casa que si me dieran a elegir entre una experiencia laboral chingona en la que hubiera triunfado, o ésta en la que fui frágil y vulnerable, y lloré muchas veces con mucha gente, y pedí y recibí ayuda, y a veces Y. tuvo que ir a sacarme de la cama el fin de semana para llevarme a comer pues.... no soy masoquista, pero escogería esto otra vez. Todavía no lo puedo explicar muy bien, pero esa fragilidad de la que fui dolorosamente consciente me hizo entender cosas, pensar cosas, abrir heridas que yo creo que van a sanar bien. Qué raro es todo casi siempre, qué misterio es estar viva.

***

“To be a good human being is to have a kind of openness to the world, an ability to trust uncertain things beyond your own control, that can lead you to be shattered in very extreme circumstances for which you were not to blame. That says something very important about the condition of the ethical life: that it is based on a trust in the uncertain and on a willingness to be exposed; it’s based on being more like a plant than like a jewel, something rather fragile, but whose very particular beauty is inseparable from that fragility.” 


5 comentarios:

Ti. dijo...

Casi nunca dejó comentarios. Pero esta vez quiero decirte que eres una valiente y que el 2016 será un año de puta madre (como dicen los españoles) sólo por haberte quitado el peso de la mala energía. Te sigo hace siglos... Avisame si te mudas :)

Ti. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Si te apetece, me encantaría invitarte la mencionada chela.

[.Moi.] (. @szanyuku ) dijo...

Que bien que volviste por estos lugares... dirían los que saben "eres una sobreviviente", y eso me parece muy chido, porque como dijiste, no es fácil, pero que lo tengas tan digerido es un gran (gran) avance.

Y tmb. digo, si te mudas, deja al menos unas pistas para ir a husmear tus letras...

Celeste Romero dijo...

Hola, hace mucho que no pasaba por aquí. En el 2015 abandone mi trabajo desvastador donde todos eramos víctimas de la jefa. Un abrazo fuerte, ya se acomodara tu año, todo es cuestión de sanar.