1.Los conocí en el lejano
2005. Estaba en uno de esos momentos de ruptura – reconciliación que marcaron
mi tortuosa relación con C., el mítico novio de la universidad. Ese día tenía
laboratorio de econometría, usábamos un programa que ya ni sé si existe, se
llamaba E-views. En un momento de aburrimiento abrí mi correo electrónico y
encontré un mail rarísimo de un tipo que firmaba como el gallo raro*: que un
amigo mío le había pasado mi dirección, que era de Monterrey pero estaba
viviendo en Saltillo, que necesitaba a una “chica inteligente de ojos color
miel” para ir a tomar un café.
Es
raro, pero tengo una cantidad algo importante de historias catalogadas bajo el
rubro “gente a la que he conocido de formas poco usuales”.
Me morí de risa, y le
respondí que “soy inteligente, soy linda, pero no tengo los ojos color miel,
¿dónde nos vemos o qué?”. Creo, claro,
que mi pendeja imaginación es la absoluta responsable de que tenga historias
tan raras en mi anecdotario.
Total, que ese sábado nos
vimos en un café de Saltillo. Él era un hispter hecho y derecho, aunque en ese
momento la tal palabrita ni siquiera existía. Tenis de color verde, camisa de
cuadritos, lentes. Había estudiado comunicación, era locutor y algo así como
D.J. Vivía en Saltillo persiguiendo una historia absurda, pero estaba cansado y
quería conocer a ‘alguien’ (Tinder tardó mucho en llegar a nuestras vidas, oh
amigos). Hablamos, hablamos, hablamos. Cerraron el café. Me preguntó que si
quería ir a ver películas a su departamento. Le dije que sí (porque eso de
‘nunca te vayas a la casa de un extraño’ no me lo enseñaron bien o algo). En su
casa nos tiramos en el colchón y vimos ‘Sideways’, película medianamente buena
que tiene una escena que nunca se me ha olvidado (porque era muy linda: manos y
carreteras). Cuando se terminó no sabíamos bien qué hacer
(¿besarnos?¿coger?¿pedir un taxi?). Entonces sólo nos abrazamos, él dijo ‘voy a
poner algo de música’, y así fue como escuché por primera vez al tal grupo. Me
pareció tan bueno; él no podía creer que no los hubiera escuchado antes “en Mty
todo mundo los está oyendo”. Me lo imaginaba perfecto: la Silla Amarilla (que
era EL bar de los intelectualoides regios), sus amigas con cabellos de colores,
él con su programa de radio de ‘música alternativa’, la marihuana, el
arrrrrrte. Cosas que en ese momento estaban como a 40 cuadras de mi vecindario existencial.
Luego volvió cada quién a su
vida (su destino - o las decisiones que iban a terminar siendo destino). Él se
enroló con una morra francesa que era super artista y super linda. Cuando me
contó yo pensé que claro, que así tenía que ser. Yo regresé con mi médico retrógrado
y machín. Y ojalá (ojalá, ojalá) en ese momento esa noche me hubiera hecho
pensar que ‘N., no seas tan pendeja, hay otras miles de posibilidades, de
mundos, de bares donde la gente escucha a grupos como éste’. Pero no.
2. Era el 2007. Yo trabajaba
de secretaria. No podía esperar para irme de Saltillo. Pedí permiso de faltar
tres días al trabajo y me fui a Guanajuato, sola, a presentar una ponencia en
el Congreso Internacional de Historia Oral. Mi ponencia seguramente fue muy
mala, pero tuve la suerte de encontrar a un par de investigadoras generosas que
me echaron muchas porras. “Esto es lo mío”, pensé cuando salí. Estaba muy
feliz, mucho. Me subí a un camión que iba a SMA, y ahí lo único que hice fue
caminar, caminar, caminar, y tomar el camión de regreso a Guanajuato. Todo el
tiempo, todo, estuve escuchando al tal grupo. Me ponía de buen humor, era mi
grupo, estaba feliz de ser “la muchacha que viaja sola, tiene un tatuaje en la
espalda – que me acababa de hacer unos meses antes – y escucha esta música”.
3. Y luego fue el 2008, el
primer día de clases en la FLACSO. Vivía cerca, pero no tantísimo. Pensé que
caminando serían 10 minutos y terminaron siendo 20. Iba casi corriendo,
nerviosa, ansiosa, y escuchando otra vez al tal puto grupo. Era, supongo, una
suerte de amuleto.
4. Y luego fue hoy en la
mañana. Esperando el metro puse el ipod en shuffle y salió una canción de su
disco nuevo. Me siguen gustando mucho. De hecho, me gustó tanto que pensé que
‘¿por qué no le he dedicado a este disco un churrito de viernes?’. Y luego,
“¿desde cuándo me gustan? 10 años. Verga. Es un montón de tiempo.”
Me puse a pensar, cursimente
(as always). Y resolví que la cosa más bonita de ser joven son las montones de
posibilidades to be que tienes
enfrente. Resolví que es chido invertir
mucho tiempo y muchísima energía en materializar eso que una elige. Resolví que
por eso mis alumnitas/os de Filosofía me conmueven tantísimo: porque llegan con
toda la actitud, con todo el necesario y mamonsísimo performance mediante el
que, sí, van a llegar a ser eso (filósofos, ni más ni menos!).
Y resolví, también, que si
eso es lo más bonito de ser joven, lo más difícil de ser adulta es pensarse sin
miedo en otros mundos. Sentir más emoción que angustia por los cambios. Empujar
otras posibilidades (mudanzas, doctorados en otro país, divorcios) es cada vez
más complicado. Las máscaras ya se convirtieron en rostro, y está bien cabrón
verse al espejo y decidirse distinta. Desmontar el mito de que existe algo así
como un punto de llegada, sacudirse los hábitos y actuar con la convicción de
que no estamos condenados a repetirnos.
Quién tuviera 20 otra vez.
O quién tuviera 30 y un
boleto de avión.
Tiro los dados, cada día,
porque la vida ha sido buena.
***
2 comentarios:
Yo soy bien tu fans... Descrubí tu blog a través de algun post en fb o tal vez un tuit, no recuerdo exactamente. Lo que sí fue que cuando te leí hubo magia. Así que inmediatamente le pasé la liga a una amiga y también quedó maravillada.
La empatía que se genera está bien chida...
Coincido en lo de la empatía. Lamento no tener su FB o Twitter.
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