En la vida real el drama es menos intenso que en el
blog. Pero escribir me gusta, me ayuda a poner los sentimientos en una cajita,
a releer y releer y hacer una especie de disección de las emociones.
Quizás debería intentar una especie de balance y
escribir también de las cosas lindas de estos días, que se concentran en la
palabra ellos, mis ‘finales felices’.
También debería decir que estoy profundamente
agradecida porque esta vez puedo seguir leyendo y escribiendo. Creo que en el
2009 fue mi depresión más grave, recuerdo mi incapacidad total para articular
dos líneas o para concentrarme en la lectura de cualquier cosa. Era terrible.
Pero esta vez leer ha recuperado la posición de ‘actividad
salvadora’ que por varias temporadas ha tenido en mi vida. Leo muchísimo porque
es de las pocas cosas que hace que me olvide de la especie de bruma que estos días
se ha instalado a mi alrededor. He intentado lo mismo con música y con películas,
pero hasta ahora la literatura es lo único que logra absorberme de manera casi
total.
Terminé Sanshiro; Natsume Soseki se consolida como
uno de mis autores favoritos de los últimos tiempos. De sus libros me gusta
sobre todo el humor, los personajes inocentes y caradura, la burla recurrente
de los intelectuales atormentados. Y,
predeciblemente, me encanta ese estilo contemplativo que imagino tan típicamente
japonés.
(Me gusta esta anécdota que se cuenta en el prólogo
de Botchan: Soseki vive en Inglaterra un tiempo, pero no es feliz ahí. En
cierta ocasión invita a alguien a contemplar cómo cae la nieve – sin duda una
costumbre elegante y delicada en Japón – y sólo logra que se rían de él).
A propósito de todo esto, la semana antepasada fui a
cumplir con mis compromisos laborales (vaya!) que consistieron en ir a una
presentación de los resultados de la encuesta nacional de lectura en México
durante el 2012. Los datos son absolutamente deprimentes (no en balde el título
de la conferencia fue “De la penumbra a la oscuridad…”).
Los mexicanos identifican la lectura con una
actividad meramente escolar, por lo que a partir de cierto rango de edad (es
decir, cuando se termina la universidad) disminuye drásticamente el tiempo que
pasan frente a los libros. Habría que señalar aquí otro de los fallos de
nuestro lamentable sistema educativo: no se están formando lectores autónomos. Docentes
que no dejamos sembradas dudas o curiosidades en nuestros estudiantes, que los
acostumbramos a leer para pasar el examen pero no a considerar esa actividad
como una práctica cotidiana. Desesperanzador.
Otro dato que anoté: sólo el 46.2% de los encuestados
respondieron estar leyendo algún libro. Para más de la mitad de los mexicanos
leer es una actividad exótica y ajena. No sorprende entonces que el 34% haya
respondido, de plano, que “no me gusta leer”.
Más reflejos de la penumbra: sólo en el 15% de los
hogares mexicanos hay más de 30 libros que no sean libros de texto. En el 56% hay
hasta 10. Es decir, en más de la mitad de las casas mexicanas hay menos libros
de los que yo me compro en cualquier FIL. Lo triste de eso es, otra vez, esta
idea de los libros y de la lectura como algo no familiar, una cosa ajena, que
se sale de la norma.
Ya sé que aquí podríamos hablar también de lo caros
que se han puesto los libros últimamente, pero bueno, vaya, yo creo que no es
esa la razón de esta ausencia de libreros y bibliotecas (aunque sea con
traducciones humildes de la editorial Tomo) dentro de nuestros espacios íntimos.
El proyecto en el que estoy participando y por el que
tuve que ir a esa conferencia es sobre promoción de la lectura en estudiantes
de EMS. Los lineamientos que nos han dado desde la parte institucional reflejan
una visión de la lectura que tampoco me encanta: una cosa meramente
instrumental. Los estudiantes tienen que leer para que sean buenos
profesionistas, o para que sean más competitivos, o para que sean más emprendedores,
o para que se droguen menos, o para que no entren a las pandillas (¿eh?).
Mi grupo de trabajo son docentes de EMS. Al principio
siempre hay una sesión en la que platicamos con ellos sobre la lectura y bla,
bla, bla, para tratar de comprometerlos con el proyecto. Los profes expresan
opiniones sobre la lectura que tampoco me encantan: la lectura nos hace
felices, nos hace ser mejores personas, una persona culta es una persona feliz
y realizada, etc., etc. Es decir, una visión totalmente romántica e idealizada
de los libros (recuérdenme escribir el post que tengo pendiente sobre una
cursilada de textos que andan por la red sobre ‘salir con una chica que lee –
salir con una chica que no lee’).
Honestamente, yo no creo que leer nos haga mejores
personas, ni más felices, ni más empáticas, ni mejores ciudadanos. No sé bien
qué respondería si alguien me preguntara que ¿para qué te ha servido leer en la
vida? A lo mejor el chiste está, otra vez, en las respuestas en negativo. No
hay que decirle a la gente que ‘tienes que leer para ______’, sino más bien sugerirles
que si no leen hay una serie de emociones – ideas – pensamientos que van a
quedar fuera de su mundo. Es decir, no plantear para qué sí nos sirve leer,
sino qué cosas y posibilidades estamos eliminando si no leemos.
Funcionamos a base de ideas, somos sujetos semióticos
que todo el tiempo estamos interpretando la realidad. No estoy diciendo que
alguien que no lea no pueda hacer esto, repito, todos funcionamos de esa forma.
Así que entonces habría que preguntarnos de dónde tomamos esas ideas (que a la
vez interpretamos y resignificamos). De las conversaciones, de la televisión,
de lo que nos dice el sacerdote o el astrólogo. Y de los libros, claro. Mi
punto es ése, nomás, que no quiere decir que interpretaremos ‘mejor’ la
realidad, o que tendremos más ideas, o que éstas serán más lindas; únicamente
que, si no se lee, nos cerramos una fuente de sentidos posibles.
Otra vez una frase de Birulés:
“De nuevo podemos recurrir a las palabras de Arendt
cuando escribe que ‘esperar que la verdad surja del pensamiento supone
confundir la necesidad de pensar con el ansia de conocer’. Pensar es, pues,
distinto del conocer y del obrar. El pensamiento, a diferencia del
conocimiento, no nos ofrece certezas supuestamente definitivas ni verdades
universales, sino, en todo caso, significado, sentido”.
Para eso nos sirve leer, creo. Y, claro, para
distraernos de nosotros mismos en las depresiones, faltaba más!
3 comentarios:
¿"Vida real"?
En un blog, redes sociales, etcétera, se asoma por igual tu ser y tus pensamientos. En muchas ocasiones, de forma más sincera que estando cara a cara. Hacer esa distinción de "vida real vs. vida en internet", como si la de internet fuera falsa, es una equivocación.
Después de todo, lo que escribas, digas, y manifiestes por cualquier medio de comunicacion, habla de ti y viene de ti. Ya sea que uses tu nombre de acta de nacimiento, su version abreviada, o te hagas llamar "Necrodarkangel69" o como sea.
Ojalá dieras clase en mi facultad , gente como tu hace falta . Un saludo . :)
Keep writing. Very refreshing to see u
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