Pérdidas, pienso cuando por
alguna razón me acuerdo de él y no sé muy bien si sonreír, revivir el enojo, o
llamarle para ver ‘cómo va todo’; como si no fuera todo una cosa cada vez más
desdibujada, como si no fuéramos cada vez, cada día, más des-todo: des/amigos,
des/contactos, des/cariños, des/posibilidades.
Hace muchos, muchos años, estaba
enamorada de Diego. Creía que era un chico muy inteligente. Me
interesaba saber qué pensaba de absolutamente todo, y quizás por eso me lanzaba
al ataque fansístico cada que msn lo permitía: ¿qué haces? ¿qué lees? ¿ya
leíste a Szymborska? ¿no? ¿te paso uno de sus poemas? ¿qué opinas de a, b, c, y
d? Me imagino que Diego, al otro lado de la pantalla, casi podía sentir toda mi
admiración adolescente, y me imagino que de alguna forma eso le resultaba estimulante
o excitante (sobándole el ego, mira nada más) o sabe dios qué, que se quedaba
chateando conmigo hasta la madrugada.
Cuando nos separábamos, yo me
quedaba casi siempre pensando en lo incorrecto de mis respuestas. Ojalá tuviera
el ingenio, la brillantez y el encanto en el bolsillo, instantáneo y siempre
listo. Luego, muchos años me entretuve fantaseando en qué se sentiría ser
increíblemente bonita: ser inmediatamente bonita, destrabajadamente bonita,
espontáneamente bonita. Pobre de la N., la morrita que toda la pinche vida ha
estado atrapada en la dicotomía de las bonitas o las inteligentes. Bonita, ni
cómo, pero en inteligente sí estoy por arriba de la media. Lástima que la puta
madre, mi inteligencia sólo se convierte en moderado ingenio cuando la exprimo
durante horas completas. Nunca efervescente, nunca a la mano.
Luego un día conocí a Diego en
persona y me sentí tan nerviosa que sólo me salía sonreír y decir que ‘sí,
claro’ a todo lo que me decía. El muy pendejo tuvo la osadía (oh pendeja
osadía, pensaría yo muchos años después) de decirme que “por msn eres más
interesante”. Afortunadamente, después seguimos saliendo y tuve ocasión de que
corrigiera su percepción sobre mí. Jaja. Mentiras. Tuve ocasión de que me
pasara lo de siempre: que una noche luego de verlo regresara yo pensando para
mis adentros que “pinche vato pretencioso, su conversación estuvo de super
hueva”. Que es, a todo esto, la manera
en la que siempre mato a mis padres: tengo que pensar que son unos pendejos y
acto seguido me carcajeo y me siento liberada.
Incapacidad crónica para ajustar los zooms: siempre empiezo viendo a
todomundo como un genio y qué pena me da que descubra que soy una tonta; luego
empiezo a aburrirme de las personas y me digo que no eran tan
inteligentes/cultas/divertidas/brillantes. Me aburro, el zoom se ajusta, y me siento otra vez libre y sola.
Lo que quería decir, a todo esto,
es que todavía lo extraño (no a Diego, al otro que todavía no tiene nombre
completo en el blog). Quería escribirle
eso: todavía te extraño. Quise tomarme un tiempo para medir las reacciones y
las posibilidades, y luego quién sabe
cómo el tiempo siguió pasando, las hojas se siguieron cayendo, nos quedamos con
un paisaje de desnudez, de soledad, de lo que hicimos y la puta madre, de lo
que fuimos, que no fue nada.
Tanta revoltura sólo para decir
que no estaba aburrida, sólo cansada. Que ya no quise jugar. Que me fui.
2 comentarios:
Like it.
Me agradó, tmb. Al igual que al Anónimo.
En tu sidebar actualmente hay mensaje de error en uno de tus gadgets instalados, ¿ya viste?
Saludos.
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