jueves, 31 de marzo de 2016

Domingos Tinder

Al final no me fui a S.A. O por lo menos no por ahora.  

Pasó eso que los escritores dicen 'lo que viene de afuera', me ofrecieron un trabajo en Saltillo, decidí quedarme acá hasta junio. 

***
Necesitaba hacerme nuevas rutinas en Saltillo para no morirme de aburrimiento, así que entre estas cosas se me ocurrió probarme un disfraz. O mi versión de probarme un disfraz: entrar a un seminario de escritura creativa que dicta un reconocido escritor del norte de México. 

***
Yo estaba tan divertida con esto de los disfraces hasta que ahorita que lo escribí me di cuenta de qué sola estoy, qué aburrida, qué cansada. 

Es como cuando una amiga (progre, but of course) me dijo que Tinder le parecía la marca más palpable de nuestras posmodernas soledades. Una aplicación triste de la era del vacío que ella no pensaba usar jamás. 

Yo, en cambio, fui fan del tinder todo el año pasado. Otra vez: me la pasaba jugando a salir con tipos a los que no tenía ninguna intención de volver a ver.  Había dos retos que yo me ponía: el primero, que no matter what tenía que encontrar un tema del que pudiera platicar con ellos en una conversación todo lo interesante que se pudiera. Eso era muy fácil con los chicos intelectualoides que podían hablar de literatura, o con los ñoñitos académicos que disfrutaron pelearse conmigo sobre si Kuhn leyó a Hegel o no. Pero luego había casos más interesantes: el técnico electricista que sabía todo de drogas y tenía faltas de ortografía, el médico recién divorciado que no había salido del hospital ni del matrimonio en años, el abogado sin chamba, el diseñador empresario, etc. 

Como casi todo en la vida, se trata de hacer las preguntas adecuadas. Pero hacer las preguntas adecuadas es un pedo, sobre todo si tienes enfrente a alguien de quien no sabes nada. Ése era el chiste de mi juego y a mí me divertía mucho, aunque nomás yo supiera las reglas (igual que ahora que tomo nota SOBRE el seminario, y no sobre los contenidos del seminario). 

El segundo reto con los chicos tinder era que todo lo que fuera a pasar, tenía que pasar sólo ese día porque el chiste era no volver a verlos nunca. Entonces eso te lleva a hacer preguntas más arriesgadas, a reírte con más ganas, a decir más  tonterías, a decir lo que te pasa por la cabeza, etc. Hubo sólo tres personas (de las casi 20 con las que salí) a las que quise ver otra vez. De esas tres, hubo sólo una a la que quise conservar como amigo. 

Ya sé que estas estadísticas favorecen la versión de mi amiga sobre lo líquido y lo vacío. ¿Estás usando a pinches seres humanos para tus tontos experimentos con nulo rigor científico? 

Yo estaba jugando, y para mí eso de 'juegas conmigo' no tiene nada de ofensivo. ¿Qué cosa puede ser más placentera, más divertida, más llena de vida que el juego? Y mi juego tonto ni le hacía daño a nadie, porque tampoco se crean que la banda se enamoraba de mí a la primera cita. La banda (alguna) volvía a mandar mensajes, pero cuando no les respondía agarraban el pedo y ya, a lo que sigue. 

Igual que con el seminario: me divertía jugar a eso, pero ahora que lo escribo pienso que sí, que qué sola estaba todos esos domingos inventándome 'retos sociales' en vez de irme al cine con una amiga. Pues he ahí la cruda realidad: mi recurso más a la mano para los domingos eternos no eran mis amigas, eran los vatos de tinder. 

Aunque ahora llore y jure que extraño a mis amigas como nunca pensé, lo cierto es que: domingos Tinder N., no lo olvides. 

El punto es que... No sé, ya ni sé cuál es el punto de este post. 

Iba a tratarse de los disfraces, los cuerpos y los matices, y terminó tratándose de los juegos que nos inventamos para entretener la soledad.  En mi caso, como soy bien literal y bien obvia, se trata de juegos de verdad: vamos a ir a un seminario de escritores a ver qué chingaderas dicen, y cómo es la dinámica, y lo anotamos en nuestra libretita de sociología de banqueta. O 'vamos a salir con vatos a los que no conocemos y les preguntamos cosas de la vida, del amor, y de sus rumis' (jajaja, no me lo van a creer, pero la pregunta rompehielo mejor de todas las preguntas rompehielo, era: ¿y cómo te va con tus rumis?')

¿Pero y las otras cosas qué? ¿no son en el fondo también un juego: reglas, dados, escenarios/tableros, jugadores, cosas por ganar? ¿entonces por qué mi pinche amiga se quejaba del juego del tinder y no del juego del matrimonio? ¿por qué era más líquido o más vacío una cosa que la otra? 


Al final llegamos a lo mismo que últimamente llego casi siempre: que esto no tiene ningún sentido. 'Ganamos' puras cosas que se parecen a las tarjetitas con la foto del premio (yo tenía un juego de mesa que se llama 'Contest', los premios eran fotos así de 'te ganaste una tele' - tarjetita con la foto de una tele). Te ganaste el prestigio (shuu), te ganaste La Felicidad (yeiiiih!), te ganaste al poderoso caballero (hell yeah!). 

Qué cagado, últimamente soy la persona más feliz del mundo (neta soy feliz feliz feliz), y llego a las mismas conclusiones de cuando era la depresiva que pensaba que matarse era la solución al problema 'no puedo con la vida'.